viernes, 17 de diciembre de 2010

Jazz de city


Yo no lo sabía, pero estaba comprando un disco nominado a los Grammy.

Nos costó encontrar el bar, un garito oscuro del tiempo de la ley seca lleno hasta las manillas (habría unas 50 personas). Cuando nos pidieron doce dólares en la puerta, a punto estuvimos de volvernos, pero hacía frío y finalmente transigimos, pagamos y fuimos depositados de pie a escasos centímetros de los amplificadores.

Casi nadie era guiri allí, sólo unos españoles cerca de la puerta. Nos pedimos dos cervezas y estuvimos observando los preparativos del concierto. Aprecié que no ponían micro, qué pena, pensé, me habría gustado que hubiera cantante. Detrás del batería, un calvo enorme del color del chocolate, amarilleaban fotos de Billie Holiday actuando en el bar.

El solista tenía pinta de loco y la melena larga y gris. El bajista, que llegó tarde, parecía venir directamente de la oficina. La ambientación exigía que en el sitio oliese a humo, pero hace un par de años que prohibieron el tabaco en los establecimientos públicos. Esto suele parecerme bien.

Empezaron a las diez cuarenta. Como estábamos detrás de la banda, veíamos de cara al público en sus mesas. Algunos movían la cabeza llevando el ritmo, parecían perritos de los que se pegan al salpicadero. Dos o tres incluso cerraban los ojos. Todos tenían un aire algo ridículo. Habría sido mejor que bailaran: le habrían hecho justicia a la bonita música que allí se estaba desarrollando.

En el intermedio, el solita (guitarra) se puso en la barra a vender cedés. La gente se dispersaba. Yo, que llevaba dos cervezas y algunos dólares más de los que iba a tener tiempo para gastar, decidí comprarle uno al chaval. Contribuyendo con los músicos del mundo. "Mike Stern", firmó sobre la carátula. ¿Quieres que se lo dedique a alguien?, preguntó en inglés. No, es igual, dije yo.

Al empezar la segunda parte aquello estaba casi vacío. Dos o tres canciones más tarde, también nosotros abandonamos para ir a engullir un cacho de pizza en el primer "Apu" que encontramos. Qué pena no haber hecho fotos, pensé. Pero es que estábamos hartos de cargar la cámara.

Hoy Wikipedia me revela que estuve escuchando al mejor guitarrista del año 93 según la revista Guitar Player, polinominado a los Grammy y compañero de no sé cuántos.

El disco está bien.



Foto: Otro concierto. Otra ciudad.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Torres de descontrol



Se dice de los médicos (un colectivo tradicionalmente bien pagado pero con gran responsabilidad y horarios imposibles) que no tienen conciencia de clase y que por eso nunca secundan las huelgas.

Los controladores aéreos (un colectivo tradicionalmente bien pagado pero con gran responsabilidad y horarios imposibles) no tienen conciencia.

Lo que no entiendo es por qué algunos médicos les han firmado las bajas... Eso qué es, ¿conciencia de paraclase?*



*Post-post: lamentablemente no, puro desconocimiento. Aunque tengo mi teoría: es la rebelión de los médicos que están de guardia durante el puente. Pura envidia es.