jueves, 13 de enero de 2011

Una historia real

El Hospital está poblado de personajes. M., un compañero médico ya maduro, era un adicto al merchandising.

Me comenta desolado que hace dos semanas se presentó en su casa un visitador de la casa farmacéutica X. Le traía un regalo: un fax de diseño ultramoderno. Requería instalación y por eso venía en sábado. Cortesía de nuestra firma, Dr. M. G.

Cuál no sería el pasmo de M. al descubrir que lo único que imprime su fax es publicidad de X. Además, trabaja al ritmo de un flyer cada diez minutos, sin compasión, emitiendo estridentes pitidos cada vez que se terminan los folios, con caída de la línea del teléfono cada vez que desconecta el fax.

Sus hijas están cansadas de hacer papiroflexia. La mujer de M. las ha llevado a casa de su madre en espera de evolución.

¿Para qué querría yo un fax -se lamenta ahora que ya es tarde M.,- en plena era del iPhone?




Moraleja:

Ya te lo decía tu madre: no aceptes regalos de desconocidos, que siempre buscan algo a cambio.





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1 comentario:

Emilienko dijo...

Es un ejemplo de mala publicidad. La primera vez que oigo hablar del SPAM en papel.